Es una habitación que nos narra historias a través de los elementos que habitan en ella; las huellas de una escalera que se mudó, los objetos traídos de lejanas tierras, las memorias atesoradas de quien fuera el señor de la casa, es un lugar que nos invita a explorar nuestra imaginación y a conectarnos con nuestro niño interno.
Desde su nombre llega el eco de la Hacienda, del gusto por lo antiguo, por recibir en casa. Las cabeceras de las camas son las rejas de la antigua casa familiar. Dejarla sin puertas fue abrirla para todos. Devolver a las cosas su belleza. Improvisar amorosamente, porque reconstruir es importante.
La locación perfecta para vivir el amor, para vibrar en su sintonía. La bella época naciente de quien duerme en su amplio lecho y lo vive como su primera noche. Colores verde manzana, tapices delicados, un baño de ensueño, la mesa de amantes, los candiles, la madera que regala su aroma, los balcones que llaman a asomarse por ellos. Lo suave, lo delicado, lo naciente, lo que se afirma, lo que enamora, lo que se anhela. Todo está aquí para asirlo y llevarlo contigo.
Esta habitación juega con la dualidad, ya que es recia, viril y a la vez femenina y delicada. La chimenea y cada mueble nos transmiten una atmósfera familiar, mientras a través de puerta y ventana el día se asoma e invita a gozar del calor y el sabor de la mesa que aguarda.
Ofrece misterio y serenidad, sombra y quietud. Concentra el arte religioso de la casa. Te invita a la relajación y al sueño. A la contemplación y reflexión activa. Te mueve, te motiva. Mientras descansas el tiempo desaparece, puede ser que abras los ojos al bordar de las once de la mañana y nos digas al salir, que hacía mucho tiempo que no dormías de esa manera.
La más pequeña, es puerta de entrada al viaje; te conduce hacia ti mismo. Accedes a través del túnel de más de un metro de espesor que es el corazón de la casa y arribas a su contemplativa atmósfera. Compañera insustituible de AGUSTINIANA, si así lo quieres, y suficiente también para acunarte por si misma y darte solaz en el inesperado jardín que guarda en su interior.
En esta habitación campea la rusticidad provocada con delicadeza. Olvidas donde estás. Casi esperas mirar el mar detrás del ventanal. El mar; conchas y caracoles te miran desde una pintura. Sientes el calor tropical y basta abrir la puerta al jardín interior para que se disipe. De noche parpadeantes las luces de la ciudad como estrellas velan tu sueño.
Es el sueño recién cumplido, es moderno y audaz, confortable y al mismo tiempo mantiene algo del rigor de su insólito propósito: anidar entre nubes, otear sobre la ciudad a vuelo de palomas. Apoderarte de las calles, de su luz, sus sonidos y aromas. Tener ese espacio propio, enorme, privado, donde nadie más que tu sueña.
